["No hablo yo de fantasmas, ni de Dios...
soló te cuento las cosas que se te suelen perder."]

jueves, 24 de marzo de 2011

Tomar las armas

Un hombre se inclina a recoger su lápiz,
se ha caído.

Se inclina con cuidado, pues el cuerpo (como todo lo demás) ya no es el de antes.
Este hombre se inclina, y al hacerlo, pensamientos lo abordan, imágenes se le cruzan
Delante.
Como electricidad.

De repente, parece ganar vértigo y perder equilibrio.

Le cuesta cada vez más llegar, la vista se le nubla, la mente se puebla.
El hombre sigue allí.
Así.
Inclinado,
Con la mitad de su cuerpo hacia abajo, estirando su mano,
A punto de tomar el lápiz,
Pero no.

Transpira.

El hombre ahora teme, que todos a su alrededor noten lo que le sucede.
Súbitas palpitaciones lo asustan.
El hombre siente que el tiempo se detiene.
Todas las miradas, adivina, sobre él.

Sufre.

Trata de concentrarse, de apurarse. De centrarse en ese lápiz.
Es en vano.
Inventa excusas para el momento de incorporarse. Imagina que cara pondrá, como fingir que nada pasa, que nada paso por su cabeza.
Cuando, en realidad, todo ha pasado.


El aire del lugar ya es irrespirable, la tensión parece apoderarse de todo.
Cree, el hombre, que todo a su alrededor ya es niebla, bruma...
Al menos eso quisiera.


Imagina las risas solapadas, como sobradoras. De costado, pequeñas, con la boca entre cerrada.
Imagina las cargadas, las preguntas inquisidoras.
Ya lo sabe,
Ya lo saben.

El hombre tiene pánico.
¿Notaran, entonces, lo que paso?
Aun peor ¿Sabrán, al fin, lo que verdaderamente piensa? Lo que oculta. Aquello que esconde bien atrás de su mente, de sus ojos.
¿Adivinaran en su rictus el alarido contenido que grito? ¿Verán en sus gestos la cara de espanto que percibió?
¿Y qué hay de las voces?
¿Y qué hay de sus silencios?
¿Descubrirán el peso de sus silencios?

Se dice a sí mismo “eso no debe suceder”,
No puede permitirlo.

El hombre, lento, como una clavija, como un engranaje sin aceitar, se incorpora. Se toma con una mano la base de la espalda pretendiendo dolor.
Una vez incorporado los mira, uno a uno. A todos, a toda la ronda alrededor de la mesa.
Detrás de sus lentes empañados todos parecieran haberlo notado.

(A decir verdad, detrás de esos lentes empañados el mundo entero parece distinto)


En silencio,
Planea su huida.

Un hombre se inclino. Un hombre ha caído.
Para siempre.
Para no volver a ser el mismo.

6 comentarios:

susana dijo...

Me impactó! me mantuvo espectante, será que bajo la mirada que creemos nos sostiene, nunca somos los mismos?, o nos sentimos mirados por los que no nos miran...o....excelente cuento Danilo! un abrazo!

Soledad Arrieta dijo...

Se me llenaron los ojos de lágrimas, Danilo. Sentí que ese hombre que cayó se relaciona con estas fechas. Cuando un hombre cae no importa que otros cien se levanten, ya cayó.
Un beso!

Marina-Emer dijo...

al final hasta yo sufri con el lapiz uf pobrecillo
gracias por tu visita y la mia ha sido para hacerme tu seguidora
un abrazo
Marina

Marina-Emer dijo...

Con todo mi cariño muchas gracias por
La visita, es un placer que te guste mi
Poesía escribo con el alma y leo tus relatos con el corazón
Recibe mi abrazo
Feliz semana
Besos
Marina

Siona dijo...

cuan interno pueden llegar a ser el mundo y al mismo tiempo tan compartido, sobretodo con los demonios de cada uno....en realidad al mundo poco le importan nuestras veleidades....besos!

Unknown dijo...

Soberbio Danilo, el hombre cae como fruta madura y se desprende del árbol. En tierra será pasto de animales hambrientos. Es la última caida, ya no podrá levantarse.
Breve, conciso, fuerte, impactante la forma en que lo dices.